Tomé el título de la canción de Los Tres y la deformé a antojo, aunque en el fondo signifique lo mismo; porque hoy tengo la sensación de perdedor y de aquellos que son malos perdiendo. Llevo años en un trabajo en el que siempre he sentido - y lo constaté con papeles en mano - que gano menos dinero del que me corresponde. Me contratan, pero con la artimaña de la palabra similar pero distinta. Según el documento yo no soy profesional de las comunicaciones, sino un "experto".
Clima y cultura organizacional en mi lugar de trabajo, son una burla a la experiencia de la vida sana. Mientras estás de frente todo va bien, te das vuelta y los cuchillos se clavan en tu espalda más que en una empresa o insititución promedio. Esto sí que parece una casa de putas, como dijo alguna vez el que hoy es mi jefe.
Las horas extras no se pagan, los retrasos se cobran, las vacaciones completas son un delito del cual debes sentirte culpable y las licencias médicas te llevan a nuevas ubicaciones dentro de la institución. Unas con menos cosas que hacer, más bien, con nada que hacer; sólo para hacerte sentir inútil.
Llevo tres años tratando de estudiar un diplomado a distancia. Primero los horarios no me permitían. Cuando nuestro jefe nos reprochó un trabajo que según él estaba mal hecho y nos dijo que teníamos que actualizarnos en nuevas formas de hacer la profesión, pregunté si nos autorizaba a estudiar. Me miró con cara de "munrra" y me dijo que no permitía eso porque "los weones estudian y después se van" y que teníamos que comprar libros para aprender las cosas nuevas. Ahora, estando en otra ubicación dentro de la empresa, pido financiar con fondos externos que llegan para dicho objetivo, mi diplomado que cuesta menos de un millón de pesos, pero para el cual no me alcalnza con mi pecunia, y me dicen que no es política de la institución financiar estudios de nadie.
En fin, he intentado salir de esta mierda y no he podido, algo me atrapa y me siento un perdedor. Espero que no sea por un rato mucho más largo que el que ya ha sido.
Un trémolo extremo tocó el hombro de nuestra dormida esencia animal
y desnudó oscuras intenciones en un sinfín de imágenes copiadas,
como un collage desprendido de sueños sórdidos, las retóricas se olvidaron
y dieron paso a la acidez de la confusión.
Desde una esquina añeja del mar vino una furia apabullante,
delirante de muerte y materialidad se arrastró suave e irredargüible.
Algunos le sabían, no todos.
El dolor acompaña, el temor regula, el olvido traerán otros, aquellos para los que hoy reconstruimos, pero que no danzaron con la arritmia de la tierra ni oyeron el rugido poderoso de sus fauces. Cuánto quisiera que la historia sirviera, pero temo que Chile no es hábil en aquello.
Piñera se saltó la fila para subir a su avión (porque es SU avión) y después se arrepintió (cuéntate una de vaqueros) y dijo que no debería haber aceptado el "trato" (ja) que le ofreció una funcionaria.
Pero acá no me importa mucho lo que hizo o dejó de hacer Piñera, o sea, Piñera no me interesa en general, sin embargo a lo que voy es al hecho de saltarse la fila. Odio ese comportamiento picante, rasca, burlesco e infantil de no respetar el turno del otro. Me pasa en los bancos, me pasa en las tiendas, en los negocios del barrio, en la fila del registro civil, en la fila del cine. Siempre hay un idiota dispuesto a pasarse por el trasero a todos los que respetamos fielmente a nuestros prójimos, incluido el idiota. Y la manera más habitual es allegarse a alguien conocido, como si el puesto en el que se ubica tuviera una etiqueta de "reservado". Más de alguna he discutido con alguien por haber hecho eso. Lo único que puedo decir es que ese gesto antiestético por excelencia debería ser reprimido, erradicado (woo, qué totalitario el lenguaje). Puaj!!!
Hace unos dos meses hicieronme llegar una caja para reciclaje de papel blanco. Entonces, religiosamente, le fui dando sentido con aquellos oficios, cartas y fotocopias mal venidas que habitualmente hubiesen llegado a un basural hediondo fuera del Gran Concepción.
Después de dos meses, uno de mis colegas, asiduo al poco común gesto de preocuparse por las bondades de nuestro planeta, retiró todo lo acopiado dentro de esta "BOX" y unió su contenido al de varias otras similares.
Los resultados fueron sorprendentes. En dos meses logramos evitar el corte de 3.4 árboles, la utilización de 817 Kw/h de energía, la pérdida de 74 mt3 de agua y el desperdicio de 1.4 mt3 de basura. 200 kilos de papel que se reciclarán. El equivalente a 10 resmas de papel carta mensuales que se hubiesen malgastado, sólo por el hábito de cometer errores en su utilización o por una mala jugada del toner de la impresora.
Por ello, de hoy en adelante me comprometo a reciclar el papel, aunque sea el blanco.
Bien dicen que el fútbol es pasión. Digamos que algo así como una cosa incontrolable a la que se dedica tiempo y hormonas, buscando hasta el más mínimo detalle para justificar lo injustificable, o hundiendo profusamente el dedo en la herida recién abierta por alguna derrota o ulcerada por dolores históricos de una hinchada.
Ahora bien, si toda esta idiotez es volcada en un medio en el que las empresas pagan por tener idiotas viendo su marca, el resultado son noticieros de televisión compuestos por frígidos 40 minutos de fútbol y comentarios obvios de sus protagonistas y observadores.
Lo anterior no sería problema si fuésemos una sociedad más bien equilibrada. Y ni siquiera hablo de lo económico, sino de lo emocional. Porque resulta insano ver, en un espacio por esencia informativo, los llantos más pelotudos y los fraseos menos pensados de nuestra especie. ¡Aguaaaanteeeee el aaaalboooo! ¡No existen fracasaaaaaaadooooos! Y otras expresiones pseudohumanas, emitidas con un gesto que asemeja la cara de un caballo y con la lengua medio traposa. ¡Soberana estupidez!
No quiero ser un quejumbroso ni tendiente a depresión. Sólo quiero expresar algo que se me vino a la cabeza hace unos momentos y que no es más que las sensanción de perder el tiempo. No en el sentido de no hacer nada, sino en el sentido de no hacer las cosas que quiero hacer cuando quiero hacerlas.
La rutina es algo que se torna fundamental, porque es a lo único que aspiro diariamente, y no en un sentido negativo, me encanta mi pega y la hago con cariño (por primera vez en años, por lo demás) mas por cuanto me mantengo productivo para los demás, aportando todo lo mío en algo que elegí hacer.
El punto es que de pronto quiero leer o cantar, o escribir una canción o una frase poética, pero en un lugar que sea distinto del que estoy ocupando, me gustaría ir a casa y a lo mejor volver. Talvés conducir mi autito mientras el sol nos de en la cara. Pero no puedo, tengo que hacer lo que elegí. Mi súper yo me lo ordena.