El verano pasado viajamos con mi Grette a Chiloé. Como siempre lo quise hacer, nos subimos a nuestro querido Peugeot 106 blanco 1.1 de 2004 y nos mandamos cambiar rumbo a la "Isla Grande". Y entre los cientos de lugares que recorrimos, estuvo Mechuque. Una pequeña isla aledaña en la que nos encontramos con un particular museo, el de Don Paulino.
Fue entonces cuando mi Grette, asertiva ella, le preguntó ¿y por qué el museo tiene el nombre de su padre y no el de su madre, o el de los dos?. Justo ahí el tipo, del que no recuerdo su nombre, se quebró y casi con cara de descolocado dijo- me duele lo que usted me pregunta, pero tiene razón, aunque no encuentro una explicación- y para evitar algún tipo de reacción inesperada, decidimos cambiar la conversación y salimos raudos del lugar. Obvio, un chilote apartado con crianza machista, pero con amor hacia su madre, se dio cuenta de algo que nadie le había refutado, probablemente.
En todo caso, fue algo bien pintoresco y recomendable. De allí me quedaron estas tres fotografías.