
En un cuarto, las ondas que se hacían llamar colores, quemaban espacios de forma aleatoria. Todas felices. Todas libres.
En una jaula, los monos correteaban, saltaban, disfrutaban.Todos se mentian, todos se reían, todos no conocían afuera.
Cuando un día el globo se reventó, el cuarto se derrumbó, la jaula se abrió, todos se quedaron pasmados, acobardados y patéticos. Todos estaban afuera, pero tenían miedo a lo que veían, a lo que vendría, a lo que tendrían que construir. Todos renegaron alguna vez de estar adentro, renegaron de sus límites, pero cuando la libertad de verdad se les ofreció, todos actuaron como niños, aferrados a las faldas de lo conocido.
Los rebeldes son todos unos pendejos cuando tienen que enfrentarse a la belleza de la verdadera revolución, no a la de creerse autónomo automarginándose, sino a la de construir algo real y preciso, algo que sirva al universo, algo que proponga. Alguna vez hay que dejar de eludir, dejar de ser una pulga arrancando de los dedos del destino y enfrentarlo.
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