VUELTA POR EL UNIVERSO

Pasar por las orillas de la inmensidad sin nada que decir es negarnos que vinimos por algo.

...Y nosotros no, es esa inmensidad llamada biblioteca de Santiago. Y me quejo porque vivo como a seiscientos kilómetros de esta maravilla y no puedo darme una vueltecita por ella, todos los días o todas las semanas. Es una mierda que Santiago quede tan lejos, porque si digo que es una mierda que no haya bibliotecas como esa, acá, sería como sacarle la madre a las personas que viven en regiones más alejadas y sería como sacarle la madre a los señores politiquingos que hablan y hablan de descentralización, igualdad de condiciones y oportunidades, problemas reales (como si hubiera problemas falsos) de la gente dequiensabedondemierda y todas esas imbecilidades que los tienen viviendo en el Chile del 1800.
Puede que hoy ande algo pesimista o más realista de lo necesario, pero mi verdad sea dicha, quienes deciden que en Santiago (y su patio de veraneo, Valparaiso) suceda y se decida todo, se pueden ir a la soberana chucha.

Fraccionaría segundos y entre cada pedacito, pondría un beso absoluto. Uno de esos que he anhelado darte desde aquella clase de fotografía, en la que te vi por primera vez hace ya ocho inviernos. No podía ser otra clase si se trata de imágenes que se ensañan con mi emulsión emocional.

Y después, entre tanto, tantos flashes de ires y venires que fueron alumbrando tus caminos y encandilándome en los mios, coloqué mi pecho frente al viento que dejó tu desaparición. Mi cara helada aún quiere estar contigo, mi pelo más largo, y con algunas canas tempranas, todavía crece para que tus manos sean su peine.

Sueño con que mis palabras te den vuelta hacia mí y me descubras, me conozcas de otra forma, me admires de verdad y te enamores como yo lo hice en aquel pupitre. Te prometo, y puedo hacerlo, te daría la felicidad envuelta en mis abrazos y en mis suaves toques de música.

Cuánta distancia hay y quiere haber entre mis deseos y tus decisiones, son tan descriptivas nuestras situaciones; tú, esperando ese extranjero prometido por la pitonisa y yo, queriendo ir a Madrid para hacerme de un amor. Juraría que estamos hechos el uno para el otro, pero no puedo olvidar que no juro porque no creo. Prefiero saber decir que estoy tan seguro que realmente tú eres mía, que me siento vacío cuando me respondes con silencios e inquietudes que yo no soy tuyo. Pero mi convicción tendrá que llevarme por todos lados antes de saber que ya te enteraste de lo innecesario que esto; y a veces tengo el temor que probablemente tendremos que conocer más que una existencia antes de unirnos. Estoy tan convicto, que sé mis palabras tendrán cada vez más fuerza para declarar que estoy en lo cierto. No me importa cuantas formas aprendas, ni qué colores te cubran, seguiré con mi cámara por todo el mundo para darte las mejores imágenes que alguien que cuente con tu venia jamás podrá darte; porque soy yo el que reclama el derecho de escribirte como lo hago y de inventar combinaciones de acordes que nos hacen reir o llorar. Nadie más lo hará por ti. Ni aunque intenten volver el tiempo y traten de entrar en esa sala misteriosa, donde tu silueta se plasmó en mi incondicional sensibilidad.


Veo que llegó la noche y que las almas aún están en pie. Me pregunto ¿cuándo dejaremos de mirar al cielo y marcaremos la real frontera entre lo agradable y lo brillante?... Me canso de preguntar.
Mi ocaso puede parecer lejano y probablemente lo sea, pero hay algo que me molesta; es la falta de fantasía que el no conocerte, aún me provoca. Me molesta haber visto tantos soles naranjos llenos de sensualidad y no haber tomado un pecho suave como tu inexistente piel puede llegar a ser, mientras los fríos rayos del rey se apagaban con la Doña. (Y la Doña parece aún más frígida con tu falsa ausencia)
Estoy agobiado de conocerte sólo en algunos sueños, ese ya parece tu principal defecto.
Por todo lo que pueda mi locura, de irreverente-sensato, consentir, te invito a aparecer entre mis momentos reales y secos. Tú puedes venir a humedecerlos un poco. Pero cuidado, te debes aparecer con todo lo que quiero y si algo falta, que no sea la belleza carnal ni el calor de tu centro, ni mucho menos los cables de tu corriente. No lo soportaría, te dejaría para otra ocasión menos apetitosa, menos sensual, de tintes falsos con ropas trilladas.

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