A cada instante, en cada mínimo nano espacio del universo que nos constituye, estoy hayando las respuestas de nuestro encuentro, de nuestra inevitable y exquisita unión. Y tus miradas, esas que son capaces de hacerme sentir hasta la más entrañable célula de mi cuerpo, se transformaron poco a poco en la luz de mi noche. Tanto tiempo en la espera, tantas causas perdidas, tantas letras entregadas al aire. Todo eso se incorpora en un gesto mágico del destino, en una jugada maestra de las emociones. Y tú, mujer impresionante, belleza vinculante de mis más recónditos deseos, espíritu envolvente y existencia incrustante de mi corazón, tú eres mi altar, mi camino de seda, mi esperanza en la vida, en la verdadera vida, aquella que vela por hacer de la ruta un paseo decidido por las vicisitudes y las alegrías más humanizantes.
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