Todos lo habían intentado, desde Santiago Pavlovich hasta el último productor en terreno de cualquiera de los medios de comunicación que llegaron cómo moscas a la miel el pasado 02 de enero, luego de saber sobre la erupción del Llaima. Sin embargo, la orden de no permitir el acceso a las cercanías del volcán por parte de las autoridades, mantenía a todos móviles de prensa apostados en Melipeuco varados sin poder conocer lo que ocurría al otro lado del macizo, donde la lava escurría sin ser espiada por estos ávidos de una imagen que reflejara fielemente la situación.
Pero no importó la distancia, ni el que la explosión inicial hubiera cesado, ni que la restricción de acceso siguiera inviolable hasta que llegamos al lugar. Sin saber como, sin importar qué fue lo que les dijimos(nada fuera de la ética), la policía de este pequeño pueblo nos dejó acceder con absoluta exclusividad hasta el parque Conguillio.
En la plena oscuridad de la madrugada y sin haber pegado una pestaña en todo el día y la noche anteriores, nos adentramos en la Reserva Nacional que resguarda al volcán Llaima. Lo que vimos nos impresionó de tal forma que dejamos el auto listo para emprender la huida, el gigante podía explotar en cualquier minuto.
Entre nuestra emoción y el frío cordillerano, fuimos montando torpemente los equipos para fotografíar la sangre hirviente de la tierra y que brotaba desde un costado de la enorme montaña.
Sobrecogidos, absorviamos toda la energía contenida en aquel lugar. Daba lo mismo el cansancio del viaje, la falta de sueño y el hambre, la única sensación que nos impregnaba era la de sabernos insignificantes frente a esa inmensidad que se manifestaba.
Pero no importó la distancia, ni el que la explosión inicial hubiera cesado, ni que la restricción de acceso siguiera inviolable hasta que llegamos al lugar. Sin saber como, sin importar qué fue lo que les dijimos(nada fuera de la ética), la policía de este pequeño pueblo nos dejó acceder con absoluta exclusividad hasta el parque Conguillio.
En la plena oscuridad de la madrugada y sin haber pegado una pestaña en todo el día y la noche anteriores, nos adentramos en la Reserva Nacional que resguarda al volcán Llaima. Lo que vimos nos impresionó de tal forma que dejamos el auto listo para emprender la huida, el gigante podía explotar en cualquier minuto.
Entre nuestra emoción y el frío cordillerano, fuimos montando torpemente los equipos para fotografíar la sangre hirviente de la tierra y que brotaba desde un costado de la enorme montaña.
Sobrecogidos, absorviamos toda la energía contenida en aquel lugar. Daba lo mismo el cansancio del viaje, la falta de sueño y el hambre, la única sensación que nos impregnaba era la de sabernos insignificantes frente a esa inmensidad que se manifestaba.
4 comentarios:
Qué se puede decir, no somos nada ante el poder de los elementos. Leer los detalles de esta magnífica experiencia sólo logra brotar en mí una sana envidia, porque momentos como los descritos son para contarlos a los nietos...
Hola!
Qué choriflai la aventura. Aunque hubiese sido mejor si hubiesen tenido que escapar de la lava que iba a metros del auto, y al salvarse darle un beso apasionado a alguien, así como en las películas...
O: yo no hubiese subido, sobre todo si está activo ._.!
Hubo un caso de dos personas que tambien subieron al llaima en esos dias y fueron a dejar las fotos a tvn.
En fin, es notable la valentia que debes haber tenido como para subir a el llaima !
saludos!
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