La velocidad del mundo se ralentizó, cual braceada contra la corriente de un río torrentoso. Durante estos tiempos en que la lejanía se hizo presente, los días me parecen más lentos, más pesados y la ansiedad por verte se transforma en un látigo insoportable. Pero al instante, tus palabras céleres llegan al rescate de mi alma, como si fueras una heroina mágica salida de algún cuento de hadas. Parece irreal, parece imposible, pero es tan cierto como el amor que siento por ti, como la necesidad de estar contigo recibiendo el impulso de tus ojos, como tus suaves caricias, las mismas que me llevan al éxtasis. Eres una mujer increible y me siento inconmensurablemente agradecido de estar contigo, de compartir una parte de nuestras existencias y de querer compartirlas hasta que sea lo que sea.
Sé que a veces te parezco grandilocuente y exacerbado. Mis expresiones pueden aturdir cuando se las enfrenta. Y es que no puedo dejar de ser sincero con lo que realmente siento en cada momento, en cada respiro que me das como suave seda deslizándose por mi piel. Si te digo que eres la mujer más hermosa del mundo es porque lo eres; si te digo que mi corazón ya no tiene espacio para expandirse en mi pecho es porque en cada instante en que no estoy contigo, los latidos me parecen inconclusos y coartados; si me quedo absorto en tus ojos es porque tu dulzura me encandila.
Ya sé que no soy depositario absoluto de tus emociones y eso me hiere, pero también tengo fe en ti y en tu manera de comprender lo que he querido entregarte, aunque sea insuficiente, y espero que pronto puedas librarte de las presiones a las que a veces Dios nos somete para hacernos comprender que todo tiene un porqué. Te prometo que en realidad cuando te digo que quiero recorrer el camino junto a ti, lo único que estoy haciendo es reafirmar lo que durante todos estos meses hemos estado viviendo día a día, noche a noche. Hemos estado en el camino durante todo este tiempo y sin darnos cuenta hemos hecho de esto una maravillosa realidad. Me es imposible pensar que lo nuestro se acabará, eso no está en mi mente, tampoco en mis deseos. Sólo quiero invitarte a que nos entreguemos amor, lealtad, sinceridad y pasión y que sigamos en este sendero de inconmensurable respeto y admiración que hemos construido desde lo más verdadero de nuestra relación. Quiero ser tu amigo, tu compañero, tu amor y no permitir que las asperezas de la vida nos hagan daño. Quiero estar siempre ahí para ser tu apoyo y quien te haga sentir como realmente mereces. Te amo, hermosa.
La certeza sigue creciendo en mi corazón como el brillo de mi amor en tus ojos, mientras todo alrededor desaparece. Es ese el poder que tienes, esa la intensidad de tu presencia.
Qué difícil es, a veces, creer que hay cosas que nunca serán cuantificables, somos los humanos los que perdimos el encanto intentando poner cifras donde la energía de una unión es la única respuesta posible a las dudas.
No cesaré en mi afán de quedarme a tu lado, de acompañarte en tu camino hasta que los respiros dejen de mantenernos atados a este lado de la existencia, incluso más allá.
No me fue necesario dormir. Entre los sueños que me fueron llevando por todos lados, hacia todos los rincones del universo, no dejaste ni una partícula sin extasiar con tus palabras, haciéndolas descansar de toda soledad anterior.
Y entre tantos vaivenes me fui encontrando con tu mirada tierna y tu piel conducente a la más profunda suavidad. Es allí, es con tu profunda comprensión e infinita entrega donde me quiero quedar para siempre, porque también es lo que quiero devolverte con cada caricia que intento regalarte en mis pobres pero sinceros intentos por hacer que me ames.
Mi pecho se hace tan pequeño para contener lo que me entregas que hasta estoy dispuesto a abrirlo, para que los versos que incubas en él salgan como pájaros en estampida.
¿Tiempo? esa no es una palabra al lado de la eternidad que se nos va a regalar juntos.
Es un don esperar por ti, saber que inevitablemente nuestros caminos se fusionarán en ese más sólido y hermoso que es la vida, la verdadera vida de tenernos y de transformarnos en uno solo.
Pero no importó la distancia, ni el que la explosión inicial hubiera cesado, ni que la restricción de acceso siguiera inviolable hasta que llegamos al lugar. Sin saber como, sin importar qué fue lo que les dijimos(nada fuera de la ética), la policía de este pequeño pueblo nos dejó acceder con absoluta exclusividad hasta el parque Conguillio.
En la plena oscuridad de la madrugada y sin haber pegado una pestaña en todo el día y la noche anteriores, nos adentramos en la Reserva Nacional que resguarda al volcán Llaima. Lo que vimos nos impresionó de tal forma que dejamos el auto listo para emprender la huida, el gigante podía explotar en cualquier minuto.
Entre nuestra emoción y el frío cordillerano, fuimos montando torpemente los equipos para fotografíar la sangre hirviente de la tierra y que brotaba desde un costado de la enorme montaña.
Sobrecogidos, absorviamos toda la energía contenida en aquel lugar. Daba lo mismo el cansancio del viaje, la falta de sueño y el hambre, la única sensación que nos impregnaba era la de sabernos insignificantes frente a esa inmensidad que se manifestaba.