VUELTA POR EL UNIVERSO

Pasar por las orillas de la inmensidad sin nada que decir es negarnos que vinimos por algo.

Como la frase que acuñaron en radio Futuro, parece que de verdad al mundo le está faltando rock. Y es que a la hora de hablar de nuevas bandas que practiquen esta veta de la música popular, nos quedamos cortos en calidad y claridad de conceptos que nos hagan saber que se trata de una de ellas. Es más, nos tenemos que conformar o resignar con saber que la mayoría de los grupitos nuevos practica esas líneas de mierdas llamadas EMO o PUNK ROCK o el tarreo que sea y que se basan en una postura mamona frente a la vida. Música insípida.


Ni hablar. Cuando Los Tr3s tocaron en el parque Ecuador, nosotros (amigos y primos) saltamos y gritamos como se debe hacer en un concierto rock, pero alrededor los más "jovencitos" supuestamente más rupturistas y energizados, parecían fantasmas mirando ballet. Y quedé pasmado con un artículo que leí en algún diario de la zona (no me acuerdo si El Sur o Crónica) y que decía del recital del Cerati: "algunos desubicados saltaban como si se tratara de un recital rock"... por favoooooooooor.
Y ante esa falta, son los viejos grupos los que vienen al rescate o a dar una última oportunidad a las nuevas generaciones, para que aprendan como se hace el verdadero rock y que finalmente fue el único que logró generar cambios (o al menos los musicalizó) en la sociedad mundial.



The Police, Genesis, Soda Stereo, The Who, son algunos ejemplos de los viejitos que han decidido volver a las pistas, unos haciendo giras, otros entrando al estudio.



La pregunta que surge es quién va a ponerle un poco de rhythm and blue a la actitud y no sólo a la música. Parece que los nuevos "niñitos" no han aprendido nada.

Hace un buen tiempo que no encendía un incienso. Había olvidado el aroma de los que tenía guardados en una bolsita. Azules, como de diez centímetros o quizás más.

No sé por qué no lo había hecho, nunca hubo una razón para dejarlos allí, sobre el librero de mi pieza. Alguien me dijo que puede ser porque después tanto maltrato, el cuerpo duele hasta perder las ganas de todo. Puede que esté en lo cierto.

El punto es que volver a encender uno es como darle sabor al agua, como hacer el amor y no sólo tener sexo, como ver los primeros brotes después del frío. Es como esa sensación de estar a las puertas de algo esperado y retrasado. Es para mi olfato ver-de nuevo, el anuncio de otros rumbos, de otras vidas.


Con este aroma las cosas ya no son definitivas, hay miles de nuevas caricias recorriendo mi espalda y cada vez están más lejos las mismas figuras que pidieron aire y se ahogaron en sus propios miedos. En este nuevo color, no hay espacio para las estafas ni para arrepentimientos.

ABANDONADO a mi suerte, me voy riendo de la vida y de sus mentiras, de las entradas tan cerradas y de los amores que fingieron. Van todos agrupados junto a los daños recibidos y a tus exquisitos besos mal venidos. Si hay algo que me molesta es saberme certero y que tus silencios confirmen estos pensamientos.

Dentro de un globito, las ideas chocaban entre sí, como estúpidas invenciones voladoras sin rotor de cola. Se dejaban llevar con el poco viento que entraba en esa esfera. Chocaban, se rompian, se acababan, pero daba igual, era un estilo, una forma, un modo de vida. ¿Destructivo? no importaba.

En un cuarto, las ondas que se hacían llamar colores, quemaban espacios de forma aleatoria. Todas felices. Todas libres.

En una jaula, los monos correteaban, saltaban, disfrutaban.Todos se mentian, todos se reían, todos no conocían afuera.

Cuando un día el globo se reventó, el cuarto se derrumbó, la jaula se abrió, todos se quedaron pasmados, acobardados y patéticos. Todos estaban afuera, pero tenían miedo a lo que veían, a lo que vendría, a lo que tendrían que construir. Todos renegaron alguna vez de estar adentro, renegaron de sus límites, pero cuando la libertad de verdad se les ofreció, todos actuaron como niños, aferrados a las faldas de lo conocido.
Los rebeldes son todos unos pendejos cuando tienen que enfrentarse a la belleza de la verdadera revolución, no a la de creerse autónomo automarginándose, sino a la de construir algo real y preciso, algo que sirva al universo, algo que proponga. Alguna vez hay que dejar de eludir, dejar de ser una pulga arrancando de los dedos del destino y enfrentarlo.

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