VUELTA POR EL UNIVERSO

Pasar por las orillas de la inmensidad sin nada que decir es negarnos que vinimos por algo.

Te veo pasado feroz y mágico, y no me consuelo con estar tan lejos de tu regazo. Y mi determinación va creciendo impetuosa... tengo entre ceja y ceja tu imperio y sus piedras suaves y perfectas.

Feroz y mágico, feroz y mágico.
Los sueños me llenan de imágenes desconocidas, tremendas, absolutas. Las ansias me envuelven con el verde intenso y el blanco de la cordillera protectora. Y así se mezclan los sonidos de las almas que aún han de rondar esos sitios verdaderos.
La libertad, feroz y mágica, todavía se pasea por esos rincones pisoteados por el águila después y la espada primero.
Quiero reconocer el mundo real de los tristes esclavos de hoy día. Quiero acercarme al sol.
Sol feroz y mágico.

La trompeta suena tan desconsolada que podría oírla toda la vida, sentado en mi soledad inerte. El piano me conduce a una frenética decepción y ni siquiera alcanzo a pensar una languidez decorosa. ¡Que bellas suenan las tristes melodías esta noche!
Alguna vez quise alcanzar un rincón del cuarto sobre mis dos pies helados. Y pude haberlo hecho sin caer muerto por la pena de la pena. Prometo que pude haberlo hecho.
En vez de eso, preferí mirar de lejos la cúspide de la más alta montaña y soñar que la alcanzaba en espléndido pragmatismo y voraz retórica. Eso nunca podría haberlo hecho, ni en mis más recónditos sueños. Pero cuando lo hice deseé haber elegido lo factible, lo lógico. En ello tendría los más dulces postres con mermeladas y aromas tan de mis días.
En la montaña me sentí inmensamente vacío y decepcionado y ofrecí retractos al tiempo, pero ya era demasiado presente y siempre lo sería, aunque pidiera el futuro o el pretérito. Todo tiempo se había agotado para mi noble elección.
Y me sentí tan humano.
-“No quieras parecerte al ave cuando aún no tienes plumas” - me dijo el aire resoplando de orgullo lujurioso.
-“¿Qué más puedo hacer entonces?”- dije con enojo.
El vacío de esa tarde me estremeció y decidí volver al acto mediocre, al menos por unos cuántos presentes, hasta que el verdadero ahora se hiciera frente a mí.
Preferí tomar nota de lo que Miles Davis me decía desde su hoy tan enterrado, pero las manos aún se me anudaban, como hilos de humillaciones que recorren la sangre de estas tierras. Hacía mucho tiempo que la música había perdido el ritmo de mis dedos y yo, el interés por la vida. Todo se había hundido en la arena suelta de las elucubraciones extremas y hedonistas. Todo se había borrado, así la vieja pintura del acto rebelde en el muro de alguna calle perdida en las memorias de los inertes activos.
Me dejé morir una tarde al son de esa trompeta inquisidora, colgándome de las cuerdas del piano amargo. Lo hice hasta que la luna me tomó por cómplice, lo hice hasta que encontré la vida en el rincón opuesto de mi cuarto.
Salí de ahí con mi cara pálida y mis pies helados, preguntándome cuál sería la próxima nota en el acorde.

Son las notas y las notas. Son ellas mi consuelo, mi terapia.
Son las letras y los acordes. Son ellos mi pretexto diario, mi terapia.
Me llevan a algún lugar en el cité de los deleites. A un lugar escondido, prohibido.
Los aromas del letargo se hacen presente cada tarde. Me acompañan además, libros, cuerdas, inciensos y la imperturbable Kallfütray Üpi. A veces el sudor del recuerdo también llega a agitarme.
Sé que de alguna forma esto es un breve estar, antes de ser de otra condición.

La tarde estuvo tan negra como la noche precedente. La tristesa ronda mi cabeza intentando matarme. Aún puedo ver sus ojos llenos de lágrimas y escuchar su dulce voz tratando de evitar mi desafección; transformándose al mismo tiempo en un enorme martillo ensangrentado por mi alma. La palabra "perdón" se hace un espacio a cada rato en mi lengua, y no puedo dejar de susurrarla cada vez que la recuerdo.
Sé que estoy en lo correcto al hacer esto, espero que ella lo entienda alguna vez. Espero que entienda que no mentí al ofrecerle mi corazón y mis caricias...
¡Qué agotador es esto!

Nunca imaginé que sería capaz de destruir mi más bello poema. Nunca me creí con la despreciable capacidad de dar muerte a tan dulce escrito. No tengo fuerzas para elucubrar más detalles de este desespero. Sé que de algún modo ver caer los trozos de este pergamino es acercarse a un nuevo circulo en el infierno. Sé también que no volveré a estos lugares. No volveré a dar tanto en tan poco, para convertirme en una mierda al final del camino. No me sirve pedir perdón, el dolor ya está instalado en cada frase, en cada palabra. Sólo me consuelo en que no me equivoco en romper este, mi más bello poema, a su vez, el más vil. Pero que se sepa, nada es más cierto que la poesía. Nada es más verdadero que expresar el sentimiento. Sólo que a veces es maravilloso y otras veces duele.

"Flashbacks" de nuestro encuentro se van atropellando a cada instante en mí, como arrítmias de mi rutina enfermiza y languidecente. Son racontos sensacionales que aparecen desde todos lo rinconces de mi cuerpo y de mi alma, cada uno intentando superar al otro, en una carrera absurda por poseer el papel principal de este intenso "realfilme". Mientras mi mente elucubra las mil maneras en que construiremos el resto del guión, de dicho torbellino de lujuria y desrazón.
No sé de qué tratará esta película de no-ficción, no necesito leerlo; sus argumentos me surgen cada vez que estás frente a mí, cada vez que los colores de nuestros corazones se dibujan en cada caricia, en cada beso danzante. No hace falta una explicación racional, me quedo con la verdad de la poesía que escribimos sobre este papel inhóspito, sobre nuestros temores, para convertirlos lentamente en fuerza estremecedora y en amor verdadero.
Dejemos que la cinta corra hasta donde sea necesario, hasta donde nuestras manos puedan entrelazarse en complicidad con lo que queremos. Quién sabe cuántos minutos puede durar esta trama maravillosa.
Sólo espero que esta semana haya sido sólo una breve sinópsis de lo que nuestros corazones estén, realmente, dispuestos a dar.


Pude ver a Saba convertida en una luna maravillosa, posándose dulcemente sobre las aguas inquietas del mar del sur. La vi disfrutar con las caricias de las olas y pude sentir como cantaba al son de la marea, embriagada con su suavidad.
Esa noche, algo de la luz sensual de su cuerpo quedó plasmado en las profundidades, en el alma del océano.
Las mareas ya nunca serán lo mismo. Aunque se alejen en alguna noche tormentosa, los movimientos de la Diosa arrastrarán las ondulaciones de las impetuosas aguas. Ambos lo saben, ambos lo presienten.
Son delicuecentes encuentros, acordados por algún orden. Diría que todo estaba preparado, todo conjugaba.


Es un día cualquiera en Curanilahue. Hace varias horas que salió el sol y Raimundo sale de su mediagua con rumbo incierto. Viste un chaleco verde de mangas deshilachadas y sus jeans más parecen uno de esos paños en los que las costureras practican puntadas. Sus zapatos, aunque casi no tienen suela, están brillantes. Raimundo, como todo monarca, se preocupa de su aspecto, sobremanera de sus zapatos.
Su corona es un majestuoso pelo ondulado, de esos que al crecer se parecen a la cabellera de Michael Jackson (el de los ochenta). Pero lo principal es que su pelo está completamente blanco. “Sello de distinción” dice, fanfarrón, a sus ex-colegas de la minería, los mismos que hoy son compañeros de tragos.
Mientras camina, las huellas de su pasado minero en Trongol van quedando atrás. Ahora el alcohol es su único amigo, el único que le tiende la mano en los momentos de angustia.
Raimundo se siente honrando su nombre.
- “soy el Rey del Mundo” - dice.
Pasa de cantina en cantina, de bodega en bodega, y la vida se le escapa con cada sorbo. Él sabe que es la realidad de los antiguos hombres del carbón. Todos lo saben.
De pronto se hace de noche y, con la sangre alcoholizada, Raimundo vuelve a su mediagua, no sin antes pasar por un culto evangélico, de esos que sobran en este pueblo, y entra para escuchar la música… sólo la música. Lo demás no le interesa.


Me disponía a la resignación, y a entregar al viento frío del olvido los últimos apasionantes acordes de mis yemas, cuando la tierra dejó fluir una noria de placer exhultante y la colocó en frente de mis deseos más olvidados.
Surgió violentamente y sin dar tiempo a la vil elucubración, desplegando mi más completa entrega.
Ahora, los pétalos agitados por mis soplidos van cayendo sobre mi vientre, como labios rojos ardientes en mi cuello, pidiendo por más droga.
El corazón se me desborda latiendo infernalmente y mi cuerpo se transforma en un altar de sensaciones endemoniadas.
¿Cuánto más podré soportar esta maravillosa tormenta? Por ahora prefiero asirme del frenesí y enfrentarla, abriendo mi boca al agua que fluye por los aires.

Cambia el horizonte sus colores tan gentiles, mientras suaves te recorren mis caricias.
Quiero recorrerte entre mis labios y entender...
...entender nada.
Mis ojos son delatores de mis deseos y tu mirada estremece cada minúsculo detalle de mi piel.
No sé que es esto, no me importan los carteles; frente a tus ojos y tu boca, prefiero no cuestionar.
Es allí cuando el placer me desborda, deshace mi racionalidad habitual.
Sólo quiero acercarme, recorrerte, adueñarme de tus sensaciones.
Esta intensidad constante y en aumento no da respiro, y podría asegurar
que soy un todo en estado de gracia.
Lo demás... lo escribiré en tu piel.


Cómo quisiera tener un puente directo a tu corazón y luego enseñarte el mundo de flores gigantes y espíritus cercanos; ese espacio que espera por tu belleza para justificarse ante mi otro yo, dueño de infinita poesia.
Pero nunca las frases fueron más estériles que contigo. Nunca aceptarás el desafio de venir a bañarte con mis caricias, nunca la primavera se entrega sin lluvias de por medio.
Cuánto quisiera yo eso, tanto como la idea se te hace imposible. Sin embargo, es eso lo que hace imposible que me crea que eres la única risa de mi circo. Y aún busco.


Hace unos días llegó un libro a mis manos. El joder y la gloria se llama la novela, cuyo autor es el mismo del conocido "Gracia y el forastero" o del clásico liceano, "Adiós a Ruibarbo". Estoy hablando de Guillermo Blanco.
Periodista de la vieja guardia, Blanco se manda en esta historia con detalles de un canal de televisión "ficticio" en el que los personajes son los responsables de (des) informar a los ciudadanos (?). En efecto, aunque el país y el departamento de prensa que el autor presenta no son reales, tienen una sospechosa similitud con el mundo de los medios de comunicación chilenos.
Para que se hagan una idea, a continuación les presento un extracto del libro:

En una reunión de pauta

-¿Qué noticias hay? - dijo en tono jefático.
Noticias se refería, obviamente, a lo que pasaba, había pasado, estaba por pasar o dejaba de pasar en el deporte.
Es decir, en el fútbol.
Es decir II: había sí-noticias, no-tan-noticias y no-noticias.

Sí-noticias era que se jugó el partido previsto entre Pataguas S.A. y Comercial Chamullos. Se decía quíén ganó, por cunántos goles (cada uno repetido en imagen hasta que al amnésico espectador se le grabara en la memoria), qué opinó cada muchacho al entrar y al salir a la cancha, en los camarines... Recados a sus familias, sus pueblos, sus barrios...Recados de sus familias, sus pueblos, barrios, para "nuestro ídolo que se la jugó por la camiseta..." La camiseta con un logo de una cerveza u otro emblema deportivo.

Esas cuñas constituían la sub-sección Impresiones, donde se contestaba a preguntas tan incisivas como:

-¿Y qué se siente yendo con la pelota hasta el arco y desviándola en última instancia?
O bien:
- Si el equipo contrario no hubiera metido los tres últimos goles, ¿ustedes habrían tenido la oportunidad de equiparar el marcador en caso de que el arbitro hubiera expulsado a Bostaverdi?

(...) comentarios de gente concocida que fue al estadio. De policías heridos o contusos por el entusiasmo de las Barras Brutas. Protestas de juntas de vecinos por las viviendas que demolió el fervor deportivo. Réplica de un vocero de de la federación, que sólo respondía de "lo ocurrido al interior del estadio"...


Para muchos de mis colegas esto puede parecer una caricatura, pero para mí es la triste realidad. Los "Tonticiarios" nos tienen imbéciles. Y nosotros, los señores periodistas, no hemos sido capaces de ponernos los pantalones frente a las ideas de los "ingenierillos" que deciden finalmente, qué es lo que vende y qué es lo que no. Se nos olvidan las clases de ética, pero lo peor de todo es que nuestro estilo de hacer periodismo es "mamón" y altamente estructurado.
¿Quién dicta que las notas deben ser de un minuto en tv? o ¿quién dice que los noticieros televisivos deben durar una hora? Sobre todo en verano, sobre todo en febrero, mes estéril para efectos noticiosos (prefiero llamarlo el mes notiocioso).
Soy testigo que durante el año los periodistas de los departamentos de prensa de tv no ejecutan la sana acción de la investigación, para llegar a la época estival con reportajes interesantes y así suplir o complementar la falta de eventos noticiosos. Esto a diferencia de los colegas de radio y prensa escrita. Más aún, con temas investigados que sean de real interés público y no con esas denuncias casuísticas sobre rinoplastías mal efectuadas, o siliconas que se deforman en las tetas de alguna cuica superficial.

Quién habla de la contaminación de los ríos, de la deforestación y la erosión en la cordillera de nahuelbuta, de los abusos de poder de los señores jueces de la república, de los minerales que se sacan de Chile sin pagarle un puto peso al fisco, de las campañas de las tabacaleras en aras de captar fumadores infantiles.

Señores periodistas, seámoslo, dejemos de tener miedo alguna vez.

Bienvenido

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